LA POESÍA DE ALMUDENA MESTRE

LA POESÍA DE ALMUDENA MESTRE

ESTACIÓN VACÍA

A través de la ventana canta la lluvia,
la oigo y sus notas me colman de tristeza.
Por el cristal llueven lágrimas de agua,
es de noche y tengo miedo.
Veo el parpadeo insomne de las luces,
el palpitar inquietante de las sombras
es como un rayo fulminante
que penetra en la oscuridad.
El tiempo se detiene,
el alma de la noche pasa muy lentamente
y los farolillos de los pueblos
a lo lejos, aparecen como brújulas dormidas.
Vacío apeadero donde te detienes.
El frío nos besa al abrir la puerta,
tan sólo baja un anciano con su bastón,
enciende un pitillo en el andén.
Espera sentado en un viejo banco de madera,
el silencio es sepulcral bajo la noche,
tan sólo con el suave quejido de los vasos
en la cantina cerrada,
nadie parece reclamar la próxima salida.
El hombre espera.
Sube las solapas de su abrigo,
baja su mirada, con parsimonia
el cigarro pisotea.
El reloj marca las once.
un borracho se acerca y balbucea
palabras o sollozos
que apenas le desvela su sordera
ignorante de tanto desvarío.
Se despereza el tiempo, pareciera
que todo reanudara su conciencia
pero el latido se detiene,
aún no sale el tren, toda la vida
va con retraso ya.
La oscuridad me cubre con su manto,
pierdo la noción del espacio y del tiempo,
me pierdo en mi mundo de tinieblas,
a tientas voy tras la luz del camino.
Oigo un chirriar de frenos,
otro tren se acerca, alumbra otro destino
oculto como el nuestro.
Otras sombras en murmullo,
otro rastro de presencias sin nombre,
de latidos viajeros.
Poca gente viaja a estas horas,
nunca hablan ni preguntan,
echan cabezadas o roncan sin pudor
recostados en abrigos y almohadas.
El silbato suena
anunciador de marcha y madrugada,
nadie al fin interroga
a la estación por la demora.
El anciano alza sus ojos cansados
y los fija en nuestros rostros,
un adiós turbio aunque sincero,
nos devuelve su mirada.
Andenes vacíos de repente,
solitarias vías al unísono,
son esa foto fija de la estación
que gime solitaria a las puertas del alba.
Los paneles sin horas de salida,
murió el silbato del jefe de estación,
bancos que exhalan su último crujido
en recuerdo de quienes
fueron descanso, protección, amor.
Vías muertas, orines oxidados
de tanta herrumbre que el tiempo marchitó,
papeles esparcidos por el suelo,
sucios y mugrientos testimonios
que desdeñó hasta el viento
y el olvido esparció en derredor.
Adiós, estación, adiós,
solitaria y desterrada
adiós, para siempre,
adiós.


TANGO

Me miras, te miro,

unimos las manos,

bailamos un tango,

intriga, pasión,

la magia del baile,

se rompen distancias.

 

Miradas, ensueños,

cuerpos entrelazados,

almas gemelas.

Revuelo incesante

de músicas ebrias,

la voz del silencio.

 

Ave que vuela, falda

rumorosa y carnal,

aromas de caricias.

 

Por el salón resuenan

acordes y tacones

que insinúan, que alientan

dudas, provocaciones.

 

 

Alegre te mueves

al son del compás

y yo, por ti muero,

tu vida me das.

 

El piano a lo lejos

solloza sin más,

silencio, miradas

y otra vuelta atrás.

 


TRISTEZA

 Me invade la tristeza.

Es un calvario sentirla,

no poder destruirla,

salir de este vacío interminable,

quedar desnudo y caer dormido

a la espera de una mano

o un beso amante..

Ansío algo y no puedo tenerlo,

siento un deseo y no puedo satisfacerlo,

¿de qué me vale soñarlo

si es un imposible,

es en vano el quererlo,

es un cuerpo sin vida

que sólo abriga mi enojo?

Luché por amarlo,

sentí por dentro

que el mundo sería

incompleto sin verlo.

Soñé con vivir

del agua profunda

que nace en el mundo

 al amar, al reír.

Maestro y amigo,

era un tesoro,

más con la brisa del tiempo

cambió de rumbo.

Su sonrisa se marchitó.

su rostro se vistió de arrugas,

aunque sigue siendo

una hermosa flor.

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